martes, 3 de noviembre de 2009

XIII


Espejos del interior:

El se vio a si mismo cayendo por sus vértices y no se sintió trastocado por ningún poder místico ni confiscado a extravagantes fuerzas divinas, simplemente se vio caer.
El silencio le brotaba de los oídos a tsunamis, filtrándose por sus dedos para llegar al otro hombre que estaba parado sobre su espalda o viéndolo desde su punto, él se acostaba en los pies del que cabeza abajo caía... presumía que otros lo podían estar observando gritando y agitando los brazos, volteando sus rostros y tomándose por los codos estrujando sus caras a los pechos de otros para resistir lo indecible del asunto; el que se cae lo mira, solo ellos se comprenden… es tarde dentro del día para asumir que las cosas pueden mejorar hoy, simplemente el abismo de abajo es menos oscuro que la noche, y si dicen noche no hablan de la que la gente común ve, sino de la inconmensurable ebriedad del tiempo antes del sol, del antes de las mañanas, del antes de que tu y yo despertemos. El que lo mira desde su arista izquierda le tiende una reflexión digna de los que no desean escuchar mil veces las mismas atrofiadas filas de palabras.
El tiempo abraza segundos y los asfixia hasta ponerlos planos, una mano mece la ropa al fuego opaco desprendiendo del todo al hombre que fue y dejando sólo al hombre que ahora es.

0 Gelletas de la Fortuna:

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